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Desde las raíces al alma

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Cuando tienes un Propósito, y ese Propósito logra enhebrarse en todos los ojales de tu vida, sientes una increíble sensación de poder; pero no el poder avasallante del que teme perderlo, sino el poder sereno que te da la certeza.

Se acallan las expectativas, la incertidumbre deja de medir el pulso de tus decisiones; se apaga el ego. Y en medio de ese silencio se oye con claridad la luz que nos sostiene.

Esa luz es libertad y esa libertad tiene aroma a calma y algarabía.

El propósito no es algo que se vocifera, es más bien una certeza en la que se enraíza tu intención.

No es lo que haces, es para qué lo haces. Por eso es algo tan intimo, aunque puede palparse en cada una de tus acciones y en la manera en la que te impregnas en el mundo.

Si lo descubres, te enciendes.